Brasil celebraba este jueves el Corpus Christi. El día parecía ser normal; todos en Lar Santa Mónica despertamos a la hora de
costumbre y hicimos nuestras tareas diarias. El clima estaba lindo, con lluvia y, como de costumbre, muchos pajaritos acompañando
la calma del viento que soplaba. Cuando terminó la hora del desayuno se les pidió
a las niñas que se juntaran en la casa de las pequeñas. Todas, en la expectativa, escuchaban la historia que la tía Larissa tenia preparada. Prestando mucha
atención escucharon sobre Santa Juliana de Cornillón y sus sueños cuando era
adolescente. También escucharon la anécdota de Pedro de Praga y el Papa Urbano
IV.
Mientras escuchaban, las niñas compartían cosas que ellas habían escuchado, llegamos al tema de la comunión que a muchas les emociona mucho solo de pensar que si todo mejora, muy pronto estarán recibiendo su primera comunión. La tía habló un poco del sentido del día, lo que significaba “Corpus Christi" y lo importante que era para nosotros creer que en Él encontramos vida. Luego ella dijo que había un regalo para todas más tarde y que teníamos que prepararnos bien.
Mientras escuchaban, las niñas compartían cosas que ellas habían escuchado, llegamos al tema de la comunión que a muchas les emociona mucho solo de pensar que si todo mejora, muy pronto estarán recibiendo su primera comunión. La tía habló un poco del sentido del día, lo que significaba “Corpus Christi" y lo importante que era para nosotros creer que en Él encontramos vida. Luego ella dijo que había un regalo para todas más tarde y que teníamos que prepararnos bien.
Todo se
preparó muy lindo; teníamos una visita
muy especial. Preparamos los lugares de cada quien, con las medidas de cuidado
necesarias. Y tal como Dios nos llamó, por nuestro nombre, cada lugar tenía el nuestro. El lugar de nuestra
visita era el porche de la casa de las hermanas; había muchas
flores, velas y una linda mesita blanca. Nuestra fiesta no era nada ostentosa
pero ya teníamos lo más maravilloso. Siguiendo las instrucciones que se nos habían
dado, todas nos sentamos y nos preparamos para un momento en presencia de Dios.
Durante la
oración, aprendimos que en nuestra normalidad permanece lo inexplicable, vive el amor inmensurable, y
tenemos la compañía de Aquel que nunca nos abandona. En medio de cantos, oraciones,
ojitos cerrados y las manitas apretadas, unas cuantas lagrimas y sonrisas... llegó
el Santísimo. Derrochando alegría pudimos rezar para así entregar nuestra nueva
manera de ver lo cotidiano a Él y a su
infinita Gloria
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