jueves, 2 de abril de 2009

Al otro lado del oceáno






















Madrid, España. Es éste un lugar de los que llaman del “primer mundo”. Y a veces me pregunto: ¿primer mundo en qué?, ¿en la avaricia que nos conduce poco a poco a la ruina de la crisis mundial?,¿o quizás somos los primeros en explotar a otros países?...


Fortaleza, Brasil. ¿En qué “mundo” se encuentra? Difícil de definir. Antes, cuando pensaba en este país, me lo imaginaba en buena medida rico y próspero. De unos años a esta parte, he descubierto hasta qué punto éste es uno de los países de mayores contrastes del mundo. Cómo un buen número de sus habitantes viven en un primer mundo de "bienestar", y cómo unos cuantos millones viven en un mundo que es el tercero (porque no existe el cuarto).





















Desde hace un tiempo, el océano que separa las dos ciudades se empezó a hacer más pequeño. Primero Inés y después Alberto, nos acercaron un poco más a esta tierra a la que habrían de viajar para cumplir con “su misión”. Así, hace ahora casi cuatro años, que empezamos a conocer más de cerca las realidades más profundas de la ciudad brasileña de Fortaleza, cuando surgió el germen de un pequeño grupo de apoyo en Getafe, que no tardó en verse reflejado en personas individuales o pequeños grupos de otros lugares. De esta manera, surgió el interrogante de saber porqué unas niñas/os se ven conducidos a los oficios y explotaciones más cruentos, y en el camino apareció un montón de información que hasta entonces parecía oculta. Una injusticia conduce a otra injusticia, hasta que todo puede tener cabida, llámese en último término explotación sexual, tráfico de drogas o bandas callejeras. Un montón de hechos que apenas hace falta juntar para saber que todo está conectado. Y antes de que hubieran puesto un pie allá, ya existía un “algo” dentro de nosotros que marcaba un firme voluntad de apoyar, en espíritu y en acción, lo que se pretendiera hacer en favor de los pequeños/as olvidados de Fortaleza.





Los “enviados” fueron llegando, topándose con la realidad más hiriente que nadie les pudo explicar bien con palabras, y aún con las mismas herramientas limitadas del lenguaje, nos transmitieron una inquietud, profunda hasta llegar a doler. Palabras que duelen reflejan realidades inmensamente más duras, difíciles de comprender para los que no estamos allá. Y cada vez el convencimiento más fuerte en nosotros de que algo tenía que cambiar, para que al menos el futuro de unos cuantos niños y jóvenes (especialmente chicas), y su papel en la sociedad fuera diferente. Nuestra atención se centró desde el principio en ese sector de la población más desprotegido: las mujeres, niñas o jóvenes, que padecían los efectos del empobrecimiento de la manera más cruel, la resignación a la explotación y el sometimiento, por y para el hombre, como medio para sobrevivir. Hoy ese centro, ese hogar para ellas, que desde el principio estuvo en la cabeza de nuestros amigos recoletos y, casi parece que antes, en nuestros corazones, es una realidad. Tal y como Alberto nos cuenta, paso tras paso, a través de este medio , el "Lar Santa Mónica" ya ha echado a andar. Ha sido un camino largo (y lo que quedará), pero nunca tendremos la sensación de que no ha merecido la pena. Al pensar en que cada casa construida supondrá después de unos pocos años cerca de un centenar de nuevas oportunidades para quien ya no esperaba encontrarlas, no podemos pensar en que no valga la pena.

Es habitual pensar que nuestra labor no soluciona nada, que se trata de parches, que hay que hacer cambios profundos. No soy un iluso y sé que la injusticia está enraizada en lo más profundo de nuestra sociedad, no puedo dejar de ser consciente de ello, pero mientras, no soy capaz de quedarme de brazos cruzados. Mientras pienso en cómo hacer que esto cambie para miles o para millones de personas, y exijo responsabilidades, no puedo dejar de hacer que, al menos aquellas pocas que estén en mi mano, cuenten con algo mejor.

Quizá muchos recordéis la historia de Francisca. Es la experiencia suya la de otras muchas mujeres que se han visto maltratas en la vida y finalmente desprovistas de cualquier oportunidad. Algunas de ellas pasaron hace mucho la juventud más floreciente sin contar con algo como el hogar Santa Mónica, en ocasiones con largas historias de abuso como aquellas con las que tratará el centro; pero no quiere decir que el tren ya haya pasado de largo para ellas. Para unas cuantas personas, la elaboración de artesanía (como muñecos, pulseras, adornos, etc.) es un modo de recibir una ayuda económica muy necesaria, pero al mismo tiempo se trata de mucho más que éso: es una forma de proporcionar un aliciente nuevo para estas personas, es un pago justo por un trabajo (no es una limosna), y participan a la vez indirectamente en un trabajo muy importante, que es proporcionar un medio para dar difusión al trabajo del centro con la población menor. Toda esta artesanía es utilizada por la gente que colaboramos desde España para realizar campañas fundamentalmente de sensibilización
sobre la labor del Lar, pero que además implica, cerrando esta suerte de círculo, el justo pago a las familias que lo trabajan. De esta manera, estas líneas se escribieron con excusa de la campaña con artesanía que se hizo este mes pasado (cuyas imágenes podéis ver), lo que me ha inspirado para contaros nuestro pequeño trabajo desde aquí, y sobretodo la motivación que se encuentra detrás.






Este proyecto compartido es una pequeña ayuda al desarrollo, sí, pero al mismo tiempo y sobretodo es una suerte de comunión profunda entre personas, las de aquí y las de allí. Muchos en estos años hemos ido cambiando de aires, del lugar donde vivimos, el ambiente en el que nos movemos y compartimos, y sin embargo mantenemos un vínculo del que aportamos y recibimos Esperanza, que nos mantiene unidos y que, en cierta manera, hace que conservemos cosas que de otra manera habríamos perdido ya.



Espero haber sabido expresar no sólo mi sentimiento, sino, sobretodo, el de todos los amig@s que desde aquí colaboran, de entre los cuales yo soy tan sólo uno más.

Un abrazo muy grande y muchas gracias a todos los que participáis de esta ilusión. A los representantes misionales y coordinadores de juventud de la provincia, Y especialmente gracias a toda la gente que en Fortaleza está luchando por esto, porque hacen posible que veamos que nuestra vida no está vacía y queda mucho por lo que pelear.

Gracias especialmente a P. Javier, capellán de Jesús y San Martín, que ha facilitado esta campaña y a todos los que lo han facilitado en otras ocasiones.


Un abrazo. Hasta muy pronto!

- Héctor Murcia -



Fotos:
  • 1. Jesús y San Martín, lugar donde se celebró la última campaña
  • 2. Mesa de exposición con artesanía e información
  • 3. Detalles de la mesa
  • 4. Más Detalles de la mesa
  • 5. Algunos amigos habituales (de izqda. a drcha.): Rosi, Lucía, Pepita, Héctor y Mariví
  • 6. Se puede ver entre otros a Pepita, Lucía y Rosi, explicando los detalles a las primeras personas que iban llegando
  • 7. En uno de los momentos de mayor concurrencia, se puede intuir a Pepita, Danisan y Lucía
  • 8. Rosi, Danisan y Lucía
  • 9. P. Javier en el centro, junto a Mariví, Pepita, Lucía y Rosi


1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicidades:
Da gusto saber que tras proyectos como el Hogar Santa Mónica haya personas que se entregan solidariamente, con fe, esperanza y deseos de justicia, a realidades tan difíciles como las vividas por las niñas y adolescentes de Fortaleza.
¡Ánimo!, ¡seguid adelante! vuestra contribución es un testimonio de AMOR para muchos/as otros que viven "ciegos", "sordos" y "mudos" ante el sufrimiento de los otros.