
Cícera Ferreira da Silva participa en el proyecto Hogar Santa Mónica casi desde sus inicios. Buena conocedora de la vida de las familias más pobres, aporta una experiencia que incide directamente en la calidad y eficiencia del rescate de niñas en riesgo de explotación sexual comercial en Fortaleza.
En el Hogar Santa Mónica intento servir a Dios mediante la acogida y el incenti

Conozco a los Recoletos desde hace ocho años. Estaba involucrada en el área pastoral de la Barra de Ceará y los veía en las celebraciones, retiros, reuniones. Escogí a uno de ellos como director espiritual. De ahí surgió una auténtica amistad, porque me siento acogida tal como soy; me han dado atención, respeto y valor. En aquel tiempo yo reunía a un grupo de adolescentes a los que incentivé en el aprendizaje del violín. Con otro grupo hacía juegos para que aprendiesen a relacionarse con afecto, y visitaba a sus familias.
Cuando se conoce de cerca la realidad de la Barra de Ceará se tiene conciencia del abandono, el hambre, la violencia y la prostitución. Los Agustinos Recoletos comenzaron a trab
ajar en ese ambiente, y me encantó su espiritualidad. Ellos me invitaron a participar de su proyecto y acepté con gusto. Como es un proyecto dirigido a niñas con grandes heridas, creo que, como mujer, puedo ayudarlas todavía más. Mi presencia en el proyecto ofrece garantía de que alguien las comprende: yo misma he experimentado antes ese dolor.

Para los religiosos, ciertas situaciones presentan una dificultad especial. Las niñas que sufrieron explotación sexual no dejan de verles como hombres, lo que les provoca recuerdos dolorosos. Los frailes les pueden ayudar cautivándoles con sus valores, conquistando su confianza, siendo referente de espiritualidad. La presencia de los religiosos hace que muchos sueñen
con una vida digna.
Los religiosos deben estar seguros y ser conscientes de su compromiso con Dios y con el Pueblo de Dios, deben transmitir confianza, amor, acogida y comunión. Eso crea una gran responsabilidad y es necesario que caminen junto a laicos amigos. Los laicos también deben transmitirles confianza, cariño, respeto y acogida; convertirse en amigos de los religiosos para decirles la verdad en el momento oportuno, para ayudarles cuando fallen, puesto que un religioso es un ser humano. Siempre hay cosas que mejorar. Yo misma les pediría que dedicasen más tiempo a este proyecto de importancia tan grande para esta ciudad y esas niñas.
Creo que hay laicos muy entregados. El peligro para ellos es querer abarcarlo todo o creerse autosuficientes. El principal obstáculo está en los grupúsculos aislados que no trabajan en comunión sino con egoísmo, desunión y falta de cariño. Dan valor únicamente a lo que su grupo hace, no vuelven su mirada hacia la grandiosidad del hermano.
La unidad fraterna es un regalo en medio de nuestra humanidad. Y los religiosos pueden dar un testimonio brillante en ese campo.
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