martes, 15 de diciembre de 2009

La ciudad de ARNEDO con el Hogar Santa Mónica

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El pasado 28 y 29 de noviembre la ciudad de Arnedo (La Rioja) se movilizó en favor del Hogar Santa Mónica de Fortaleza (Brasil). El grupo de catequistas de jóvenes animó a los demás grupos de la parroquia para organizar un mercadillo misional solidario. Contaron con la ayuda y la amplia experiencia en estas lides de la fraternidad seglar Agustino Recoleta de Lodosa.
La ciudad entera se volcó en la iniciativa: parroquia, particulares, medios de comunicación... Todos con la ilusión de ayudar en tan noble causa. Fruto de tanto interés y generosidad son los 4.770 Euros que se consiguieron recaudar en el fin de semana.
"Muito obrigado" a la ciudad de Arnedo y a la Fraternidad Agustino Recoleta de Lodosa.
A continuación os transcribimos una carta que Anabel, catequista impulsora de esta iniciativa, dirige a fray Alberto y a los amigos de Fortaleza.
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Querido Alberto y amigos de la misión de Fortaleza:
soy Anabel, una catequista de la ciudad de Arnedo, y este fin de semana ha supuesto para mí que sea una de las mejores vivencias en mi vida.
Aun recuerdo cuando este verano, tal vez por casualidad o porque Dios así lo preparó todo, viniste a una de nuestras reuniones de catequistas y allí te conocimos. Te doy las gracias por haber sido capaz de meterte en nuestro corazón y hacer que se encendiera una llama de amor hacia Fortaleza y sobre todo hacia sus niñas.
Cuando nos hablaste de la realidad de Fortaleza se nos pusieron los pelos de punta. Nos dimos cuenta del privilegio que teníamos aquí nosotros, en nuestro entorno y nuestras familias. Pero sobre todo hiciste que nos diéramos cuenta que se esté donde se esté siempre se puede ayudar a los otros.
Nos llenaste de entusiasmo y de ahí ha salido este “Mercadillo de Solidaridad“ para Fortaleza… Corpus y la fraternidad agustino recoleta de Lodosa nos han ayudado a organizarlo y con ellas hemos aprendido mucho.
Empezamos a prepararlo con tanta ilusión que pronto, tantas ideas nos desbordaban. No solo había que vender y sacar dinero sino concienciar y denunciar la tremenda injusticia de la explotación sexual de las niñas. Había que decírselo primero a toda nuestra Parroquia, a nuestros catequistas, a nuestros niños… y así, sin casi buscarlo, se nos iban abriendo puertas. “Me he dado cuenta que cuando de verdad quieres hacer algo bueno todo se pone de tu parte para conseguirlo”.
Las ocasiones para poder denunciar y concienciar se nos presentaban solas: en encuentros de la Parroquia, en una celebración conjunta con todos nuestros chicos/as, con los padres de estos, y en todos los medios de comunicación televisiones, radio y prensa.
Casi sin pedirlo nos ofrecieron generosamente el local para organizar el mercadillo. Decidimos que el sábado por la tarde iríamos vender chocolate con churros. Todo, - la harina, el aceite, la maquinaria-… todo lo necesario y más, nos fue regalado. El resultado fue maravilloso: Arnedo supo mostrar su generosidad; y no solo la económica -pues vendimos un montón-, sino especialmente por la complicidad de la gente que se prestaba ayudarnos en todo: los que donaron, los que organizaron, los churreros, los que venían a sustituirnos para vender, para animar… en todo momento estuvimos acompañadas y apoyadas.
“Creo que todo el mundo llegó a darse cuenta de lo importante que son esas niñas y de la barbarie que se está haciendo con ellas”.
También contamos con el apoyo incondicional de nuestros sacerdotes y la super-ayuda de Corpus y de Inés, que ya el viernes comenzaron a hablar en las Misas denunciando la explotación sexual de menores.
Mientras escribo esta reflexión me doy cuenta de la suerte que he tenido de compartir todo esto, de la gran alegría y felicidad que me ha producido. Sí, y lo digo muy alto, porque en esta sociedad en la que vivimos, llena de consumismo y de depresiones, es muy difícil que algo te haga feliz. Estas experiencias no se pueden comprar con dinero y ojala que nos diéramos cuenta que sirven de autentica “medicina” y pudiéramos aprovecharlas para curarnos por dentro.
Le doy gracias a Dios porque ha hecho que me dé cuenta de que cuando cuanto más me doy, más y más recibo, y eso es lo que realmente me hace feliz.
Alberto, recibe un fuerte abrazo de tu Parroquia de Arnedo.

Anabel.
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